La indiferencia sale cara a final de mes
Por Sara Mesa
La indiferencia nos sale cara. No, no se paga con dinero, se paga con dolor emocional, mental y espiritual. Pensamos que por ser indiferentes “ni sentimos, ni padecemos”, pero lo cierto es que nunca dejamos de sentir.
Después de escuchar su historia, le miré a los ojos y le dije: “eres un valiente”. Sus ojos brillaron, me sonrió y contestó: “no, Sara, soy un superviviente”. En ese momento me sentí pequeña en un mundo muy grande. Tocar sus cicatrices causadas por el azote de las cuerdas de la patera en una noche de tormenta o rozar esas quemaduras provocadas por las mafias del Líbano chocaron frente a mi muro de indiferencia como síntoma social. Y la realidad me atrapó.
En un mundo cada vez más globalizado donde existe una creciente interconexión entre los diferentes países del mundo, la sociedad vive inmersa en un egoísmo profundo y fronteras de papel. Reconozco que me intriga saber cómo, siendo un mundo tan interconectado, ese “Wi-Fi” no llega a una gran parte de la población y es más distante que nunca. Será porque la indiferencia también es contraria a la responsabilidad social.
Nada nos conmueve. Cada año, miles de turistas llegan a la costa mediterránea para broncearse y disfrutar del sol y la playa, sabiendo que su fondo alberga cuerpos sin vida de hombres, mujeres, niños y niñas. El Mediterráneo es un gran cementerio a la vez que el mejor destino vacacional. ¿Qué podemos esperar de una sociedad ausente de crítica y enferma por la pérdida de valores?
Estas imágenes son de personas refugiadas que han cruzado el Mediterráneo hasta la isla de Lesbos (Grecia). Puedes encontrar las historias de las personas de estas fotos entre las publicaciones de EuroRelief en redes sociales. Créditos: Silas Zindel / EuroRelief
Me viene a la mente la conocida parábola de Jesús sobre el buen samaritano y me pregunto qué lugar ocupo yo en esa historia. La vida está hecha de muchos viajes. En algún momento he debido de toparme con una de estas personas tiradas por el camino como esa de la parábola, pero dudo recordar ese encuentro y eso me aterra.
Soy cristiana y pienso que mi fe no puede ser compatible con la indiferencia. Ahora bien, la indiferencia de muchos cristianos, entendida como la inacción a situaciones de injusticia y vulnerabilidad, constituye para mí una realidad difícil de explicar a mis conocidos no cristianos. Personalmente, creo que se nos ha olvidado que Jesús mismo tuvo la experiencia de ser una persona inmigrante desde pequeño. Si en algún punto del camino hacia Egipto le hubiéramos encontrado… ¿Qué habríamos hecho?
En uno de los libros de la Biblia, dice: “Entonces oí la voz del Señor que decía: ¿A quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros? Y respondí: Aquí estoy. ¡Envíame a mí!”
Muchas veces deseo crecer como persona, pero no quiero que llueva y haya tormentas. ¿También te pasa? A esto igualmente le llamo indiferencia, y ésta nos hace cómplices de lo que está pasando en el mundo.
A los cristianos pregunto: ¿qué entendemos cuando Jesús dijo de amar al prójimo como a ti mismo? Él no fue indiferente ante lo que pasaba a su alrededor. Hoy en día, tampoco lo es.
Si crees que no puedes hacer grandes cosas, haz las cosas pequeñas de una gran manera. Hay un proverbio africano que dice “si piensas que eres demasiado pequeño como para marcar la diferencia, intenta dormir con un mosquito en una habitación”. Así pues, toma la decisión de hacer las cosas correctas, no las fáciles.
No seas indiferente, hay muchas maneras de marcar la diferencia a final de mes.
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